domingo, 20 de noviembre de 2011

Capítulo 6

Un nuevo amigo

L
a luz del atardecer ingresaba por los ventanales de la sala del trono y junto a uno de ellos se hallaba Lidda, exhausta de esperar a su rey que llevaba días sin volver. El viento la acariciaba con ternura, llevándole diferentes aromas florales y silvestres.
-Vuelve Fraentos, vuelve.- susurró para sí misma.
Una de las puertas se abrió repentinamente y Lidda se giró para ver quien había llegado. Un puñado de esperanza brilló en sus ojos, pero luego se decepcionó al ver que eran Cristian y Adrián los que habían atravesado la puerta, no su amado rey.
Cristian tosió y dejó caer una mochila al suelo.
-¿Cómo iremos hasta las montañas de los Gigantes?- preguntó.
Lidda suspiró y se acercó a los jóvenes. La luz le daba un resplandor divino. Su túnica de seda blanca bailoteaba perezosa por causa de la brisa.
-El viento los llevará, aunque deberán volver a pie.- respondió Lidda con voz ronca.
-¿Cómo?- preguntó Cristian.
-Invocaré a los vientos más fuertes para que los lleven. Ambos se volverán aire, y es un estado muy confuso. Deseas ir y estar en todas partes, pero ustedes deben esforzarse y dejarse llevar por mi corriente, ella los llevará al pie de la montaña. Pero como dije antes, eso sólo servirá de ida, pues no estaré allí para traerlos.-
-¿Es muy lejos?- preguntó Adrián distraído mientras observaba el reino de Ismantos por un ventanal.
-Dos días de cabalgata. Un día a paso de Gigante.- dijo Lidda sentándose en el suelo frío. Sintió un breve escalofrío, pero intentó disimularlo.- Recuerden su misión; Buscar a los Gigantes y pedirles que se unan, luego, llegar al templo del Fénix y despertarlo.-
Lidda los miró de forma maternal. Odiaba enviarlos solos, pues ambos jóvenes aún no tenían sus espíritus despiertos, pero ella debía ir a otra parte.
Comenzó a recitar un conjuro en voz baja. Cristian y Adrián tomaron sus cosas y desaparecieron.
-Suerte…- susurró Lidda a solas. Una lágrima corrió por su mejilla.
Tal y como había explicado la Hija del viento, Cristian y Adrián se habían vuelto parte del viento. Era una extraña sensación para los jóvenes, pero no hubo tiempo de ver ni pensar pues una corriente mayor los atrapó. Volaron a una gran velocidad, atravesaron parte de Ismantos en apenas unos minutos. Bosques, cuevas, montañas y lagos se dibujaban y desdibujaban con naturalidad. Finalmente llegaron al pie de la montaña más alta de la isla, el hogar de los Gigantes. Los jóvenes se materializaron en el aire, sin tiempo a despegar y cayeron el suelo.
-¡Caí de culo y la re puta!- se quejó Adrián a los gritos mientras se levantaba del pequeño cráter que había dejado en la tierra.-¡Me cansé! ¡A la mierda todo esto! ¿Magia? ¿Una isla bajo el agua? ¡¿Dónde mierda estamos?!-
Cristian pensó cada una de las preguntas de Adrián.
-No lo sé, todo sucede tan deprisa… Hace dos días que llegamos. Hace dos días no estaba involucrado en una guerra de criaturas mágicas, no estaba enterado de cómo se creó el mundo ¡de que yo podría controlar el fuego!- se quejó a la par Cristian.- Fraentos no me quiere explicar las cosas, creo que no confía en nosotros.-
-¡No me hables de ese Fraentos!- dijo Adrián ya mas calmado.- Qué persona con dos dedos de enfrente envía a dos pibes a una montaña a buscar Gigantes. Me cago en todo…-
Cristian sintió un escalofrío al oír la queja de su amigo sobre el rey. Debía callarlo o podría ponerse malo.
-Calmate Adri, lo más seguro va a ser que sigamos con esto. Yo también me siento confundido, estoy cansado y extraño mi casa.- luego suspiró.- Extraño mi vida.-
-Teníamos una vida normal.- afirmó Adrián mirando a la montaña.- ¿Y cuando termine esto, podremos volver?-
-No lo sé, por mi parte no voy a volver.- dijo Cristian y Adrián lo miró confundido.
-¿No era que extrañabas tu casa?-
-Sí, pero al mismo tiempo mi casa es Ismantos. ¿Cómo viviremos entre los humanos de nuevo? Quiero decir… si bien siempre supe que teníamos algo especial, lo ignoraba. Cuando Fraentos me explicó quien era, entendí todo… Los accidentes en el laboratorio de física, tu golpe que por poco derrumba una pared… Nunca tuvimos una vida “normal” y ahora mucho menos. Incluso ahora no noto el correr del tiempo, no como antes. Creo que acepté ser un Hijo de la Lágrima, incluso antes de saberlo.- explicó Cristian.
Adrián miró al cielo. Sabía que su amigo no decía más que la verdad, él mismo lo sentía así pero era demasiado terco como para aceptarlo por su cuenta.
-Entonces, busquemos a esos Gigantes y salvemos nuestro… salvemos Ismantos.- dijo Adrián después de un breve silencio.
Ambos emprendieron una marcha ardua y agotadora. Escalaron durante media hora y Cristian pidió frenar, sin embargo Adrián quería continuar.
-No me jodas Cris, recién subimos 4 kilómetros.- dijo Adrián con toda seguridad de su ubicación.
-¿Cómo sabes donde estamos? Me siento fatal…- dijo Cristian jadeando.- Como cuesta seguirte en escalada.-
-Debe ser la Lágrima, quiero decir, estoy subiendo una montaña… tierra y rocas, ¿será eso?- se preguntó Adrián.
-Quizá, pero si continuo así, no llegaré ni a decirles “Hola” a los Gigantes.- dijo Cristian.
El sol ya casi se había ido por completo y Adrián se vio obligado a acceder a la petición de su amigo. Se acomodaron entre unas rocas que formaban un pequeño refugio. Juntaron unos pastos secos que yacían tirados por ahí aunque antes de encenderlo, notaron que no podían.
-¿Cómo lo prendo?- dijo Cristian enojado.
-¿Un pedo bien fuerte?- respondió Adrián y Cristian le dio un golpe.- Jo de pu.-
-Seriedad Adri, seriedad.- se quejó su amigo.
-Bueno… ¿y si pones tus manos sobre el pasto?-preguntó seriamente.
Cristian lo pensó un breve segundo y le hizo caso a su amigo. En silencio rezó “Fraentos, si logro encender este pasto, creeré ciegamente en tu palabra”
Pensado esto, sus manos comenzaron a aumentar su temperatura pero Cristian no lo notaba hasta que vio al pasto arder.
-¡Oh sí!- dijo Adrián asintiendo con la cabeza.
Los jóvenes celebraron el fuego a los gritos pensando que se encontraban solos, pero su júbilo tuvo una interrupción ruidosa. Un gruñido los asustó y salieron de su escondite. Su asombro al ver que los interrumpió fue tal que se tropezaron y cayeron al suelo. La criatura los miró desde arriba, aunque claro, al medir cinco metros otra opción no tenía. Cristian miró a los ojos de la criatura y su miedo se perdió.
-Voy a morir…- dijo en un susurro Adrián.
-No nos hará daño.-le respondió Cristian en otro susurro.-¿Qué eres?- le gritó a la criatura.
-Mi ser gigante.- dijo el Gigante.- Mi perderse luego de pelea con cíclopes. Mi extrañar mami.- luego comenzó a sollozar. Al parecer era un gigante-niño perdido.
-Tranquilo, nosotros no te haremos daño.- dijo Cristian consolándolo, luego tuvo una idea.-¿Sabes como volver a tu hogar? Nosotros somos tus amigos, no te haremos daño.-
-Mi saber como llegar, pero mi no saber sus nombres. ¡Mi ser Yeyi!- dijo alegre el Gigante.
-Yo soy Cristian, soy un Hijo de las Lágrimas, vengo en busca de ayuda.- luego miró a Adrián.- Él es mi amigo Adrián y viene conmigo. ¿Podes ayudarnos?-
-Mi gusta de tener nuevos amigos. Mi ayudar amigos. Mi guiarlos entre las montañas.- dijo Yeyi.
-Seremos tus amigos, entonces.- y Cristian no pudo evitar sonreír al pequeño gigante.

0 libras esterlinas: