domingo, 20 de noviembre de 2011

Capítulo 5

Un mundo de Sirenas

E
l rey había invocado una reunión urgente en la sala del trono para los Hijos de las Lágrimas. Fraentos se había sentado en el trono. Lidda, Cristian, Adrián y Dalila lo miraban impaciente, esperando a que su rey explique el motivo de la reunión. Finalmente, el rey tosió y habló.
-Dalila, sabes bien que eres la Hija de la Lágrima del Agua, ¿verdad? Y por lo que me he enterado, has liberado al espíritu.- dijo Fraentos con un tono serio pero tranquilo, ordenando su cabeza.- ¿Podrías contarme, pequeña, cómo fue que lo descubriste?-
-Sí, mi señor.- dijo la niña mientras miraba sus pies.- Por empezar, yo odio a mi familia. Nunca me entendieron, nunca supieron encajarme en su alta sociedad. Yo era rebelde para ello, siempre me dejé llevar por mis emociones. Tú, mi señor Fraentos, sabrás que la naturaleza del agua, es mi naturaleza. Pues bien, eso no podía ser en mi casa, por lo que escapé. ¡Che follia! Escaparse a los doce años, pero no soportaba mi vida. Entonces huí a la costa e intenté ahogarme.- luego Dalila mantuvo el silencio. Tomó una bocanada de aire y continuó.- Pero no moría. Seguía respirando bajo el agua, incluso mejor que en la tierra. Fue ahí cuando me encontré con Admete, mi sirena guardiana. Ella me contó lo que sucedía y quien era realmente. Le creí pues todo encajaba perfectamente. Como no deseaba volver a Italia, ella me dio una cola de pez y me llevó a su hogar. Cuidó de mí y me contó historias sobre Ismantos y su rey. Hace unos días me dijo que debía ir al Colosseo di Roma.-
Fraentos y los demás escucharon atentamente cada palabra. Cuando las procesaron, Lidda abrazó a Dalila y esta le devolvió el abrazo.
-Pobre niña.- dijo Lidda apenada.
-No te preocupes, he estado bien.- le dijo Dalila intentando consolarla.
-Dalila, ¿has sufrido ataques de las sombras?- preguntó Fraentos.
-Sólo en tierra, mientras esperaba. Fue entonces cuando Admete apareció como un peluche, y junto a ello, una gran fuente de agua. Sentí mi cuerpo congelarse y luego estallar en una corriente de agua.- confesó Dalila ruborizándose, pues esto le parecía algo tonto.
Fraentos asintió.
-¿Eso debemos sentir nosotros?- preguntó Cristian.
-Sí, pero sentirás algo distinto porque eres Hijo del Fuego.- respondió Fraentos.
De la nada Dalila dio un gritó.
-¡Stupido de mi! He olvidado contarles algo que Admete me dijo.- gritó Dalila.- El señor de las sombras ha reclutado criaturas marinas para romper la burbuja de Ismantos. Sabe que atacar por tierra será insuficiente, así que intentará un ataque sorpresa por mar. Hay que impedirlo.-
-¿Cómo lo impediremos?- dijo Adrián.- Sólo tú y el rey pueden respirar bajo el agua. Incluso así, son dos contra legiones que vendrán.-
-Silencio, Adrián. Comprendo tu preocupación, pero no debes gritarle a Dalila por ello. Ahora que lo pienso, no es normal que las sirenas cuiden de otras criaturas.- dijo Fraentos de pie frente a su trono.- Son unas guerreras magníficas y muy poderosas… Me pregunto sí…-
-¡No mi señor!- dijo Lidda.- Esas criaturas son muy inestables. Nunca se sabe cuando podrían traicionarte.-
-Sí, pero ahora se trata de una criatura cuidada por una sirena. ¡Si Dalila puede ir a su mundo, es que deben de respetarla en serio! No creo que la traicionen. Admete afirma mi idea.- dijo Fraentos feliz. Apuntó el suelo y creo un pequeño estanque de agua.
-Dalila, sé que puedes traer a Admete. Te suplico, invócala.- dijo mirándola a los ojos.
La niña permaneció en silencio. Se acercó al estanque y lanzó su peluche.
-¡Ven a mí, Admete!-
Y una figura de infinita belleza saltó del estanque. Era una mujer de pelo castaño hasta la cintura. Su cola de pez despedía colores por la luz.
-Me has llamado, Dalila.- dijo con una voz seductora.
-Admete debo pedirte un favor.- dijo Dalila tiernamente, acercándose a la sirena.- Mi rey necesita hablar con Europa.-
Admete, antes solo sumergida hasta la cintura, hundió su cuerpo asustada por la petición de la niña.
-¿Mi reina? No… no es seguro.- dijo la sirena con preocupación.- Sólo la Hija del Agua puede venir a nuestro mundo.-
-Admete, es necesario. Mucho depende de esa audiencia.- dijo Fraentos mirando fijo a la sirena.
La joven sirena miró con tristeza a Dalila.
-Si Europa se ofende, sólo podré protegerte a ti.- luego Admete miró a cada uno de los Hijos de las Lágrimas, deseando que se arrepientan.
Sin embargo, Fraentos no planeaba ir con todos.
-Iré yo junto a Dalila, Admete. Los demás deben buscar ayuda en otros lugares.- confesó el rey.- Lidda debe ir a buscar a los Újeros, los hombres aves. Cristian y Adrián deberán buscar al Fénix y a los Gigantes de las Montañas.-
-¿El Fénix? O sea… “El Fénix?- dijo Cristian maravillado.
-Sí, vive en la montaña, custodiado por los gigantes. Es por eso que deben aceptar nuestro bando.-  confirmó Lidda.
-No hablemos más, es hora. Nos veremos más adelante.- dijo finalmente el rey.
Lidda, Cristian y Adrián salieron de la sala del trono. Admete y Dalila se quedaron esperando a su rey.
-Vamos.-dijo finalmente.
El rey junto a Dalila se sumergieron en el agua y se transformaron en un tritón y en una sirena respectivamente. Admete los guió entre las oscuras aguas, aunque por gracia de Fraentos, la luz iluminaba más allá de donde llegase el sol.
Nadaron hacia las profundidades por horas. Atravesaron millares de corales con sus peces, incluso un tiburón pasó por allí pero al estar en presencia de la Hija del Agua y Fraentos, huyó despavorido. Mas adelante, sin embargo, se habían topado junto a criaturas marinas mágicas. Serpientes de diez metros de largo, nereidas danzantes, y un par de krakens enfrentados en una discusión territorial.
Finalmente llegaron al mundo de las sirenas. Una ciudad sumergida con sus construcciones hechas de oro, plata y coral que brillaba con su luz propia. Las sirenas y tritones nadaban de un lado a otro con sus cosas normales, como una ciudad humana cualquiera. Sin embargo, al cruzar la entrada, todas las criaturas se tensaron y detuvieron su rutina. Los más cercanos miraron al rey junto a sus acompañantes.
-Bueno… bienvenido al mundo de las sirenas.- dijo Admete con la voz tensa y nerviosa.- Espero que funcione.-dijo en un susurro.
Nadaron hasta el palacio. Torres de coral decorado con oro, jardines de algas  de cualquier color. Atravesaron la reja de perlas blancas y los guardias tritones armados con filosos tridentes gruesos.
-¿Qué quieren?- preguntó uno de ellos.
-Debo ver a Europa, Señora de las Sirenas.- dijo Fraentos muy serio.
Los dos tritones se miraron confundidos. Uno de ellos asintió e ingresó al palacio.
-Mi compañero ha ido a buscar a nuestra reina. Sin embargo, no esperes tener suerte.- dijo el otro tritón, sonriendo con sarcasmo.
Se quedaron en silencio durante un breve tiempo hasta que el tritón faltante retornó a la carrera.
-La Señora desea verlos.- dijo agotado.- Acompáñenme, por favor.-
Luego ingresaron al palacio. El principio era un pasillo sin decorar, salvo las perlas blancas que iluminaban el sendero y el coral multicolor que formaba la pared. Al llegar a la sala donde yacía el trono de perla se encontraron con una sirena de dos colas bordo. Era infinitamente hermosa, a los ojos masculinos, pues ese era la mayor arma y ventaja de las sirenas. Era lo que Fraentos necesitaba.
-Reina Europa, saludos.- dijo Fraentos mientras se reverenciaba al igual que Admete y Dalila.
-Bienvenidos a mi morada, seres de la tierra. ¿Qué desean?- preguntó con tono de superioridad.
-He venido a  buscar tu ayuda, reina.- dijo Fraentos.- Mi hogar esta cerca de ser asediado y ando en busca de aliados.-
-¿Quién se atreve a hacerte frente?- preguntó la reina con falsa curiosidad.
-Osaldras, el Señor de las Sombras.- respondió Fraentos con frialdad.
La sala quedó en silencio. Europa no tenía problemas con las sombras ya que estas no llegaban a su mundo. El mundo de la tierra no era importante para las sirenas.
-¿Debería yo ayudarte? ¿Arriesgaría a mi gente por ti?- dijo sarcástica la reina.- No lo creo, Fraentos. Me importa muy poco lo que le suceda a ti y a tu hogar. Al ayudarte, arriesgo a mi reino.-
-Osaldras atacará con tritones del sur.- refutó Fraentos.
Los tritones del sur eran los enemigos de la reina Europa, pues esta los había desterrado antaño, debido a su intento de apoderarse con el trono. Los tritones del sur se diferenciaban de los demás ya que se habían tatuado el cuerpo con conjuros para incrementar su fuerza y tamaño.
-¿Y qué? Tu reino yace lejos del mío.- dijo Europa tenaz.
-¡No seas terca Europa!- gritó Fraentos.- Si mi reino cae, todo lo que conoces caerá también! La Lágrima del Agua será destruida, ¡Tú sabes que sucederá luego!-
La reina se despegó del trono. Nadó en círculos con extremado miedo. Si la lágrima era destruida, el agua desaparecería junto a las criaturas marinas pues estas estaban ligadas al agua.
-Mi reina.- dijo Dalila con timidez.- Por favor, por mí, ayúdenos a defender las Lágrimas.-
Europa quedó en silencio durante unos minutos. La lucha interna que se libraba en ella la estaba agotando.
-Lo… lo pensaré.- dijo finalmente mirando al suelo. Odiaba demostrar debilidad.- Ahora váyanse de mi reino.-
Fraentos iba a quejarse, pero Admete nadó velozmente a su oído.
-No la enfurezca, Fraentos. Cederá. Le duele el orgullo, déjela tranquila y acceda a marcharse- le susurró tan bajo que solo el rey pudo oírla.
-Muy bien, nos vamos. Adiós, reina Europa.- dijo Dalila.
Fraentos, Dalila y Admete nadaron con rapidez hacia las afueras del mundo de las sirenas. Las luces de la ciudad, su brillo, comenzaba a menguar.
-Algo extraño ha sucedido… debo…debo quedarme.- dijo Admete adolorida.- El poder de Osaldras llega hasta mi mundo.- ahora la sirena miraba a Fraentos.- Por favor Fraentos, defienda bien su hogar, pues los hogares de todos dependen de ello.- y luego se marchó.
Dalila y el rey se miraron estupefactos. El fin estaba cerca. 

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